Ya casi el invierno

Ya casi el invierno vuelve a mojar mis palabras;

ese es el tiempo que ha pasado entre tu boca y la mía,

tu corazón y mi alma.

Y la noche sonríe una vez más

con su velo lleno de rocío,

y el pensamiento es como su cuerpo,

oscuro y amable,

lúcido estandarte de la proximidad sin límite.

Escribo en nombre de la memoria,

y de aquellos otros nombres

que ya no puedo recordar,

cayendo como una hoja de otoño

en mi propio olvido;

y es que a veces

el silencio es una brisa

que me empuja por pausas

llenas de placton y almíbar

y me enreda como una hiedra salvaje

a su gótica resonancia.

Ya ves

que sigo apoyándome en el aire,

en los rayos de la luna

y los reflejos de los estanques,

haciendo una cama blanda

de cualquier vivencia dura o dolorosa,

como es nuestra larga lista de ausencias

que ni siquiera encuentro ya

en ninguna parte iluminada de mi historia:

ese yo, que vivió ayer en mi

y hoy cuento con los dedos,

con las fotos,

con los recuerdos de otros.

Mientras, siguen pasando cosas,

como son

la muerte,

la suerte,

y la esperanza,

y todo a nuestras espaldas,

como si apenas existiéramos.

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