Voy a escribir este blog a salto de mata, como ha sido mi vida: catarata llena de saltos, ora remanso, ora muerte, ora resurrección y vida. Sonrío y río porque mi cuerpo me lo permite. Y no dejaré que nadie se adueñe de mi suerte, para no dar opción al hurto de lo más preciado: mis ganas de seguir luchando.
Recitando en Café de Alba
Junto al retrato de mi tío abuelo Francisco Ayala (Premio Cervantes).
V Encuentro de Poesía en la Red. Sigüenza (Guadalajara), 23 y 24 de septiembre de 2011.
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7 comentarios:
Encantadores tus versos de hoy, Begoña; dulces y tiernos como el sonido del piano que escucho en tu blog.
Qué bueno sonreir aunque sea con un sueño.
Agradecido por tu visita a mi humilde rincón; creo que has sido la primera que lo recorriste casi por completo de una vez (qué gracia del último al primero, una mente muy metódica la tuya, sagitario ¿verdad?... me hiciste reir un montón con tus comentarios, los no publicados)
Un beso muy afectuoso.
No trates de huir de un sueño, sueñalo hasta la última y sobre todo si has citado a tú corazón...
Un beso
mj
No llegaste a alcanzarlo, verdad? despides una noche con tus versos, una noche que no es gris pues no es un mal recuerdo, una noche simplemente triste.
Un abrazote querida Lunska
Debí, jamás, a lo hecho pecho. Si un sueño desaparece a esperar el siguiente...
A veces es más fácil lo imposible que lo corriente.
La vida es una sucesión de suspiros, pero estos no se miden por su longitud sino por la intensidad del aturdimiento.
Los recuerdos más bellos a veces parecen los que no tuvieron el final que deseábamos, o que siguen suspendidos en los filos del aire, uno guarda momentos y eso es vivir, saber que andamos tejiendo sentidos que no siempre nos reservan besos.
Mi afecto.
En tan pocas palabras Begoña, todo un sentimiento, tan abierto qué dice tantas cosas. La frase del final también me gustó mucho. Un abrazo. Merci
Y sin embargo, no la guardaste. Y es bueno que fuese así.
Si no, estos versos no formarían parte de la noche de su pelo o de la oscuridad que no podían mecer tus manos.
Ninguno de los que hemos leído estas palabras hubiésemos sentido su belleza.
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